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Apariciones

Estamos en un mundo de guerras que se ganan o se pierden en la televisión, de coches brillantes que circulan por las carreteras perfectas de la publicidad, de museos convertidos en atracciones de feria y de cultura en cápsulas en los suplementos dominicales de los periódicos. Los famosos lucen y se extinguen, las canciones de éxito duran tres meses y las novelas no pasan de los dos. De todo ello le llaman la segunda revolución de la imagen y la comunicación.

 

Andy Warhol, en un contexto semblante, cuando la televisión se inventó, la fama de cinco minutos y los grafistas convirtieron los supermercados en una guerra de impactos, tubo suficiente lucidez para devolvernos, una vez pasados por su ojo crítico y divertido, las imágenes del mundo del consumo, la cultura de portada de revista y fama porque sí. Otros artistas, como Francis Bacon, hacían el camino al inverso y hurgaban en el alma humana, que es otra manera de proclamar lo mismo: la obligación del arte, si es que tiene alguna, es invitarnos a descubrir como somos.

 

Las pinturas de Emili Ametller también son una revuelta profunda que nos recuerda la de aquellos artistas. Porqué también nacen de girar como un calcetín este mundo brillante en que vivimos y de mostrarnos su alma.

 

En un esfuerzo casi mágico para ocultar la acción de pintar, Emili Ametller nos escamotea la pincelada y consigue que sus lienzos sean auténticas apariciones, relatos del alma. Fiel al viejo dilema de si los sueños son en color o en blanco y negro, Emili Ametller nos invita a mirar, con textura de sueño, este otro lado del calcetín donde, a pesar de lo que pase en el mundo y la televisión, los hombres y las mujeres continuan tan perdidos como siempre.

 

En este esfuerzo de ir hacia dentro, Ametller se reune, como Dante al Purgatorio y desde la modernidad más rigurosa, con muchas otras almas perdidas, encuentra los temas comunes de que hablar. Hay perros tristes, y caballos, como en Velázquez. Hay cabezas de una profunda intensidad humana, como en Rembrandt o como en las cerámicas de Miquel Barceló, que tampoco tiene miedo de compartir la conversación con los maestros antiguos. Hay naturalezas muertas y mujeres fuera de tiempo. Y hay un sorprendente retorno a los personajes barrocos, como si en el fondo del alma volviéramos a encontrarnos a nosotros mismos vestidos con disfraces, para prepararnos para el gran teatro del mundo, decididos a salir a escena para convencer a alguien de lo que no somos.

 

Y si entonces jugamos a fondo y nos dejamos llevar por estas apariciones, y probamos de descubrir qué más hay y qué nos quieren decir, acabaremos tomando conciencia de que en las pinturas de Emili Ametller hay la verdad intensa de un sueño acabado de recordar.

 



 

David Cirici, escritor, guionista, publicista y crítico de arte

 

Barcelona, mayo de 2003