Un mundo pictórico surgido del azar y de la escenografía
Emili Ametller explica que empieza la obra abocetando azarosamente sobre el soporte pictórico – madera, papel o tela-, en principio, sin ningún tema preestablecido. Esta manchada desorganizada es la que, en un momento dado, le inspira la dirección compositiva final. La treintena de piezas que el pintor expone en la galería Artur Ramon-Art Contemporani, permite descubrir las correspondientes conclusiones de este “modus operandi” intuitivo.
Ante todo pronto se repara en la gama cromática: el conjunto de piezas mantiene una unidad monocromática, que juega con los grises, los blancos, los negros y en algunos casos, rojo y azulado. No se trata de colores planos, esto es el negro como tal o un sólo tono de gris, sino que el pintor busca las degradaciones surgidas a partir de distintas aplicaciones técnicas del acrílico.
Lo que empieza como un maremagno de materia deriva hacia una pintura a medio camino entre la figuración y la abstracción, entre el detallismo y la ambigüedad, de acusado perfil escenográfico.
La pintura de Ametller combina de una manera particular el poder significativo de dos disciplinas- teatro y pintura- que como otras artes tienen la capacidad de analizar, con sus propios medios, el alma humana. Aquí el artista se inspira en el aspecto visual de los montajes escénicos para abordar estas incertidumbres y dudas, propias de un ser racional y pasional como el hombre. Nunca ofrece seguridades absolutas, sino que de la misma manera que intenta responder, él mismo se plantea otras preguntas, con la misma frecuencia con la que el medio plástico lo encamina hacia ambigüedades formales.
Aires dramáticos
Una parte de los cuadros despliega enigmáticas figuras que desarrollan alguna acción, a veces de difícil identificación -importa más la sugerencia-, sin detalles, de efectivo poder atmosférico. Aunque el teatro ha formado parte de la biografía del pintor, no parece ser esta la única referencia que su pintura sugiere, aunque casualmente se trate de ejemplos con rasgos dramáticos: la obra de Ametller se aproxima a los grabados de Goya, la pintura de Caravaggio, Rembrandt o Velázquez. Artista que, por la manera de presentar sus temas, por la concepción de las luces ilusorias o de la pincelada, plantean una obra de espíritu dramático. Pensemos, por ejemplo, con “Los Caprichos” de Goya o el tenebrismo de Caravaggio. Otro aspecto vincula la obra de Ametller con el pasado: la indumentaria que visten la mayoría de personajes recuerda la vestimenta típica del siglo XVIII.
En algunos casos es perceptible incluso la expresión facial del personaje, detalles de los vestidos, sombras. Aunque la ambigüedad es uno de los valores de esta pintura, el artista llega hasta donde quiere para definir algunas características de sus composiciones.
Las pinturas ”dramáticas” comparten espacio con obras de figura única, como puede ser la representación de perros o la composición titulada “Atila”, dedicada al héroe antiguo montado sobre su caballo. Un tercer tipo de obras exhibe una temática puramente abstracta, que bien pueden entenderse como paisajes. En algunos casos estos territorios de materia parecen ser como fotografías de objetos microscópicos ampliadas a una escala humana. Sin embargo no son nada más que ejercicios plásticos con los que el pintor ha ido mezclando diferentes colores y ha trabajado pacientemente su combinación, las texturas posibles, la degradación de los tonos, hasta hallar su final. Ametller va definiendo su estilo a golpes de intuición y paciencia.
Aleix Mataró i Garriga
Barcelona 3 de setiembre de 2003
Crítico de arte del diario ABC por la obra expuesta en la -Galeria Artur Ramon Contemporani-